El término dermatitis atópica lo utilizamos para nombrar a una enfermedad de la piel que se caracteriza principalmente por inflamación.
Antes de todo vamos a ponernos en contexto: La piel esta formada por muchas capas de células que están “amarradas” entre sí por uniones muy fuertes y además estas células producen lípidos que forman una capa protectora sobre ellas, esta estructura hace que la piel sea una barrera casi impermeable, previene la pérdida excesiva de agua, y evita que los irritantes ambientales, los alérgenos y los microorganismos entren al cuerpo.
En la dermatitis atópica las uniones que existen entre las células son más laxas (es decir más abiertas o menos tensas) y la capa de lípidos que se produce es de mala calidad, esto permite que exista un intercambio de sustancias de dentro y fuera de la piel, lo que ocasiona que nuestra piel se deshidrate, se vuelva muy sensible, muy tendiente a irritarse, y que conforme pasa el tiempo se inflame poco a poco, aunado a todo esto hay algunas personas que además tienen un sistema inmunológico alterado y que pueden desarrollar problemas de alergia.
La inflamación es la base de todos los síntomas que se desarrollan en esta enfermedad, y pueden incluir en casos agudos:
- piel muy sensible,
- manchas rojas,
- pápulas (lesiones en la piel)
- áreas con eccema (piel llorosa),
- mucha comezón y en casos crónicos piel engrosada,
- cambios de color,
- cicatrices, etc.
Los síntomas se presentan por temporadas y las exacerbaciones o alteraciones de las mismas se relacionan con diferentes factores como estrés, cambios de clima, contacto con sustancias irritantes, entre otros.
El cuidado de la piel y la correcta humectación son la base del tratamiento, en los casos en los que estas medidas no sean suficientes la valoración por un especialista es lo mejor; en casos graves y recalcitrantes la probabilidad de alergia se incrementa, por lo que deberá de descartarse además este problema.

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